Sembradíos citrícolas: suelo y riegos

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En los últimos años, el cultivo de cítricos se ha extendido a una gran variedad de suelos y condiciones climáticas, afectando a los productores en labores de riego y fertilización.

* Introducción

Hoy en día la producción citrícola para mercadeo (ya sea interno o de exportación) se ha extendido a más de ochenta países alrededor de todo el mundo. Esto es posible ya que el arbusto cítrico posee una gran capacidad de adaptación a un muy variado tipo de suelos. Tal es esta versatilidad característica que, en las diferentes regiones citrícolas del mundo, se encuentran plantaciones con una excelente producción económica. La longevidad de la planta, el estado fitosanitario, su potencial productivo, su productividad concreta, y lo que es más importante, la calidad del fruto, dependen de una u otra manera de las características del suelo. Los portainjertos, por su sistema radicular, presentan diferentes grados de capacidad de adaptación a los distintos tipos de suelo; por eso es que se debe escoger el portainjerto adecuado en base a tales características.

Uno de los aspectos que más incide en el rendimiento del árbol cítrico es la nutrición, principalmente cuando estas plantas están atravesando la etapa de producción. En muchos lugares de Latinoamérica, la fertilización de este cultivo se realiza en forma empírica, casi intuitiva o en la sapiencia derivada de la experiencia de los años. Esto se debe a que no siempre existe información precisa que permita establecer con seguridad los requerimientos nutricionales del cultivo y una estrategia de fertilización con base a estudios científicos preliminares.

En los últimos años, el cultivo de cítricos se ha extendido a una gran variedad de suelos y condiciones climáticas en todas las latitudes, lo cual implica que de cierta forma el diseño de los programas tanto de riego como de fertilización se vea afectado y su complejidad aumente notablemente. Esto pone a los productores citrícolas de cara a nuevos desafíos, viéndose estos obligados a velar por encontrar soluciones exitosas (y lo antes posible) para satisfacer los requerimientos hídricos y nutricionales del cultivo cítrico, bajo las nuevas y diversas condiciones de suelos y de factores climatológicos.

  1. Requerimientos del suelo

Las variedades cítricas son versátiles a la hora de adaptarse a las distintas particularidades de los tipos de suelo. No obstante, tienen la particularidad de poseer un sistema radicular algo superficial,  y por lo tanto la capacidad de absorción de nutrientes con la que cuentan es algo pobre. La causa de ello es que poseen un limitado número de pelos radicales. Por esta razón, las características físicas del suelo son de gran importancia para el cultivo. Notablemente prefieren los suelos ligeros, que presenten texturas franco arenosas, francas o franco arcillosas. El drenaje y la aireación del suelo deben ser muy buenos para favorecer la acción correcta de absorción de este tipo de estructura radicular. Por el contrario, aquellos tipos de suelos que presentan una textura más pesada o arcillosa, que usualmente como consecuencia de ello tienen ciertas limitaciones de drenaje, no se presentan aptos para el cultivo de cítricos. Cuando se intenta la producción citrícola en ellos, terminan por ocasionar inconvenientes de crecimiento y muchas veces también podemos encontrar  la proliferación de enfermedades radicales.

Las variedades cítricas en general presentan un buen desarrollo en un rango de pH amplio, que va de 4 a 9, sin embargo, se considera que el rango óptimo de pH está entre 5 y ½  a 6. En cuanto al factor de la acidez del suelo los árboles cítricos se muestran muy tolerantes, llegando a desarrollarse de manera normal hasta un valor de 30 % de saturación de acidez. De todos modos, se recomienda que en tales casos la saturación de aluminio no sobrepase el 20 %. (Batchelor y Webber, 1967).

  • Suelo: sus propiedades físicas

Este factor es quizás el de mayor relevancia. Las raíces de los cítricos son muy exigentes en cuanto al oxígeno, por este motivo, los suelos deben presentar una muy favorable aireación. Por su parte si nos referimos al factor de la permeabilidad, no debe ser excesiva, ya que podría producirse el proceso conocido como “lixiviación” que se trata del “lavado” de los fertilizantes aplicados, llevándoselos hacia zonas más profundas, donde no alcanzan las zonas radiculares que poseen la mayor capacidad de absorción. Tampoco el opuesto es recomendable. Una permeabilidad muy escasa traerá como consecuencia problemas graves: especialmente la acumulación de agua en la superficie del terreno y en la zona de las raíces, pudiendo producir asfixia radicular y posiblemente diferentes tipos de gomosis (Pralorán, 1977).

Los suelos más indicados para el cultivo de cítricos son por lo tanto los que presentan una permeabilidad media y con una infiltración algo elevada. El factor de la permeabilidad dependerá de variables como la profundidad, la textura (tamaño de las partículas que conforman el suelo) y de la estructura del mismo. Por su parte la permeabilidad media es la que presentan los suelos de textura media, de tipo arenoso – franco a franco – arenoso. Otra de las condiciones cruciales para un buen cultivo cítrico, es la referida al factor llamado de “la profundidad efectiva” del suelo.

En los suelos que se muestran poco profundos, o sea con un horizonte poco permeable y a escasa distancia de la superficie, el riego o las precipitaciones ocasionarán estancamiento del agua; esto traerá como consecuencia una poco muy conveniente,  suma facilidad de la erosión, aunque se encontrare en terrenos con una pendiente muy reducida. Un suelo presenta un buen horizonte de permeabilidad, cuando la capa poco permeable se halla a (al menos) unos 60 cm,  y no excede los 120 cm desde la superficie. Esto provocará una buena efectividad en los ciclos de riego y fertilización; se establece de esta forma una concentración adecuada de los elementos a agregar (González Sicilia, 1960).

  • Suelo: sus propiedades químicas

Las propiedades químicas pueden lograrse, o modificarse mediante la aplicación correcta del uso de los fertilizantes adecuados. Obviamente, los suelos que son de por sí ricos en nutrientes son más aconsejables a aquéllos que se presentan pobres o carentes. Pero si fuere el segundo caso, las carencias pueden nivelarse con una adecuada fertilización. Para conocer las propiedades químicas del suelo, se le somete a un análisis que nos indicará en qué proporción se encuentran presentes los índices esenciales para la nutrición de las plantas, tales como materia orgánica, nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio y micronutrientes. También arrojará los valores del pH del suelo, o sea el grado de acidez o alcalinidad del mismo, considerándose valores óptimos los que se encuentran entre 5.5 y 6.5. En caso de presentar estos niveles, sería una condición más que favorable ya que se presentarían en su máxima disponibilidad los elementos que el arbusto cítrico requiere (Banfi, 1989).

  • Suelo: Su presentación topográfica

Como en la extensa mayoría de los cultivos frutihortícolas, se prefieren los suelos lo más planos posibles. Ellos facilitan el corte de maleza, la circulación de los trabajadores es menos esforzada, el acarreo de ramas después de efectuarse la poda, y aún el producto cosechado es también más simple. A su vez, la lixiviación es mucho menos frecuente. En caso de presentarse suelos con mucha pendiente, y sobre todo cuando estos se combinan con poca profundidad, es de tenor vital realizar técnicas conservacionistas, como pueden ser: cultivos logrados en curvas de nivel; plantaciones en terraza, aplicación sectorizada de herbicidas (sólo alrededor de la planta), dejando los espacios entre las filas con vegetación natural, por ser este manejo el de menor incidencia de riesgo en pérdida de suelo.

En resumen, podemos decir a modo de conclusión que los mejores suelos para cítricos son los de textura media a arenosa (arenoso – franco a franco – arenoso), profundos (60 cm a 120 cm), de pendientes no demasiado pronunciadas, que presenten un pH no muy bajo ni tampoco muy alto y en lo posible con una buena disponibilidad de elementos minerales (Batchelor y Webber, 1967).

  • Suelo: Requerimientos nutricionales

Las especies cítricas absorben nutrientes durante todos los meses del año, pero la absorción es más acentuada durante las etapas de floración, cuajado, formación y desarrollo de la fruta. El calcio (Ca) es el elemento más abundante en las partes vegetativas de la planta, seguido en segundo lugar por el nitrógeno (N), luego por el potasio (K), el magnesio (Mg), el azufre (S) y por último el fósforo (P).

Sin embargo, el N y el K son los de presencia más abundante en la fruta, ya que alrededor del 30 % del N total en la planta y el 70 % del K se encuentran en el fruto. Una de las formas prácticas usuales para determinar los requerimientos nutricionales de las variedades cítricas es procediendo al cálculo de la remoción de nutrientes en los frutos cosechados. Es decir, los nutrientes que salen definitivamente del campo presentes en la fruta. La absorción de nutrientes depende de varios factores, entre los que se pueden mencionar la variedad,  el clima, el suelo, la edad de la planta y el nivel de rendimiento. El P y  el Mg se acumulan durante el primer período de desarrollo del fruto y posteriormente permanecen constantes (Molina, 1998).

  • Análisis de suelo

Este análisis determinará el horizonte de la posterior planificación para el riego y la aplicación de los fertilizantes que se deberán agregar durante el proceso de cultivo. El éxito del análisis, o malograrlo, depende en gran medida de la obtención correcta de las muestras del suelo. Estas deben estar compuestas por varias muestras simples que representen adecuadamente la superficie del área cuyo nivel fertilidad se desea evaluar y conocer. El número de muestras simples y la profundidad del horizonte a analizar dependerán de algunas variables que mencionaremos a continuación. En primer lugar la variedad del suelo (esta es la variable objetiva). Por otra parte el grado de seguridad que se desea y del propósito que se persigue con el análisis, siendo estas últimas dos adaptables desde el planeamiento. Para avalar lo antes expresado, debemos manifestar que los mayores errores se producen en el muestreo, ya que la porción analizada en laboratorio es 50 millones de veces menor que el peso de la hectárea muestreada, por tanto, es fácil errar. El corte sincrónico en la evaluación es otro factor que entorpece una correcta lectura de los datos.

Por ello, los análisis de suelo son mucho más claros, útiles y fidedignos  cuando se llevan a cabo durante un cierto período de años, con el fin de obtener tendencias. Es decir, se intenta trabajar con un enfoque diacrónico, valiéndose del relevamiento de datos a través del tiempo. Por tal motivo y siempre que esto fuere posible, debe llevarse a cabo la recolección de muestras de acuerdo a un cronograma preestablecido. En otras palabras, el análisis de suelo no solo será una herramienta para planificar, sino que también en sí mismo necesita de planeamiento en pos de ser efectuado correctamente. Los análisis mínimamente necesarios están referidos a la acidez y alcalinidad del suelo (pH) y al elemento que presenta la mayor residualidad, que en el caso de los cítricos es el fósforo (Davis; Albrigo, 1994).

  1. Riego: Su importancia:

“El riego es la práctica fundamental que consiste en proveer de suficiente humedad al suelo para la planta, lo cual influye en la cantidad, calidad y tamaño de la fruta, por lo que se recomienda: Después de la plantación mantener la humedad adecuada en el suelo mediante el riego para favorecer el prendimiento y el establecimiento definitivo de las plantas. Regar cuando sea necesario planta por planta en el tazón. Con plantas en producción se recomienda regar en el momento de la floración.” (Varios autores, 2012).

No obstante, para propiciar una correcta irrigación de la planta cítrica, debemos conocer primeramente sus requerimientos hídricos y su estado. Una vez eso esté determinado, nos enfrentamos a otro tipo de cuestiones sobre cómo regar, cuánto regar, cuáles son las opciones de sistemas de riego, y cuánto regar para que no termine siendo contraproducente.

  • Requerimientos de riego: 

Determinemos entonces el requerimiento promedio de suministro de agua de las plantas cítricas. Este varía en un arco de tolerancia contemplado entre los 1000 mm a unos 1200 mm por año aproximadamente. En las zonas donde este requerimiento es cubierto por las precipitaciones naturales no es requerido el riego artificial. Para saberlo basta con consultar durante la etapa de planificación del cultivo los registros pluviales de la zona en cuestión, y observar el promedio de los últimos años. A veces sucede que aunque los promedios de lluvia alcanzan a cubrir los requerimientos, la distribución de las precipitaciones es muy variable y puede presentar períodos de sequía o falta de hidratación en ciertos momentos (como en la floración) donde es de suma importancia. En ocasiones se da no porque no llueva sino porque se presenta a causa del calor una marcada evaporación del suelo y una elevada transpiración de los frutales (Banfi, 1989).

Naturalmente las necesidades de agua en la planta varían de acuerdo a las distintas fases que atraviesa durante su desarrollo que es necesario observar y conocer en detalle. A saber, etapa de “división de células”. Se presenta desde el final de la etapa de floración en adelante. En ella se incrementa el número de células de los tejidos que dan lugar a la formación de la fruta. Luego, viene la etapa del “alargamiento de células”. En este período es cuando el fruto más se desarrolla, cuando usted puede observar la fruta crecer. El arbusto cítrico (depende de la variedad y la zona pero) transita esta etapa alrededor de unos cinco o seis meses en el caso de las variedades tardías. En esta etapa se produce la máxima expansión y diferenciación celular, coincidente con el cambio de color de la piel y la disminución de la acidez.

Luego viene el llamado “período de maduración”, que toma lugar hasta el momento más esperado: el período de la cosecha. Durante el proceso de maduración, el fruto si bien se sigue desarrollando, lo hace a un ritmo notoriamente menor que en el período anterior, ya que se produce cambio de color de la corteza, aumento de los sólidos solubles y disminución de la acidez. En el caso de que durante la etapa de división celular se produzca stress hídrico, se verá afectado negativamente el resultado de la producción de todo el ciclo.  En estos casos la cosecha se reduce notablemente debido a la pérdida de frutos aún no desarrollados, evento al cual suele llamársele “purga”. Si en cambio el stress hídrico ocurriere durante la fase de alargamiento de células, el efecto es otro. En este caso causaría una reducción significativa en la calidad de la fruta cosechable, ya que su tamaño final sería mucho menor que el esperado.

Otro ejemplo de los efectos nocivos de una irrigación defectuosa en alguna de las etapas del cultivo, para una potencial cosecha bien lograda, es cuando el arbusto se ve sometido a un déficit de agua ocurrido en cualquiera de las dos etapas. Esto ocasionará desórdenes fisiológicos tales como la caída de fruta antes de la cosecha, rasgado de la fruta (en inglés, splitting), arrugado de la cáscara (a veces conocido por su término en inglés: creasing) y secado del pedúnculo o “cabito seco”, entre otras anomalías (Banfi, 1989).

  1. Tipos  de sistemas de riego

Existen diferentes tipos de sistemas de riego, y el productor buscará el que se adecúe mejor a su área de cultivo. La hará teniendo en cuenta las variables contempladas hasta el momento: como los requerimientos hídricos de la planta, el tipo de suelo, la inclinación de la superficie del terreno, la frecuencia y promedio de las precipitaciones, los objetivos económicos del plantío productivo, el nivel de inversión con que se cuenta para el sistema a utilizar, etcétera. Cada uno de los sistemas posee sus ventajas y desventajas que mencionaremos a continuación:

  • Riego por inundación: Consiste en distribuir grandes cantidades de agua a toda la superficie del suelo donde están las plantas. Este sistema se puede utilizar por surcos o de forma localizada. El agua aplicada provoca una inundación temporal. Una variante de este sistema de riego es a través tazones. Entre sus ventajas podemos mencionar: Es un sistema de muy bajo costo de inversión; no requiere de instalaciones sofisticadas, ni de mantenimiento tecnológico; es muy fácil de operar y permite utilizar agua turbia o que presente sedimentación notoria sin que esto signifique un problema. Entre sus desventajas, debemos citar que es bastante ineficiente a la hora de la distribución hídrica, ya que las plantas más cercanas a la fuente del flujo de agua reciben mucha más que las que se encuentran situadas más lejos. Por otro lado, requiere también que el suelo se encuentre nivelado, y demanda una grandísima cantidad de agua. Por último, otra de sus desventajas es el tiempo que el suelo tarda en secar, lo cual entorpece y por momentos hasta imposibilita ciertas tareas en los sembrados (Varios autores, 2012).
  • Sistema de riego por aspersión: Este sistema consiste en distribuir el agua en forma de lluvia a través de tuberías y aspersores a presión. Esta presión puede proporcionarse por diferencia de altura (es decir, por gravedad) o mediante una bomba de presión. Las ventajas de este sistema son verdaderamente notables. En primer lugar, a diferencia del método anteriormente citado, debemos destacar su elevada eficiencia de distribución de agua (75-80%). Esto se traduce a su vez, a niveles prácticos, en una adecuada distribución de la humedad en el suelo. Desde el punto de vista de la rentabilidad y la distribución de tareas, este sistema requiere una cantidad mucho menor de mano de obra. En cuanto al terreno, no requiere nivelación del suelo. Sin embargo, también presenta algunas desventajas. Entre ellas un elevado costo de inversión en relación a la superficie a irrigar. Por su parte, no acepta agua sedimentosa sino que requiere de agua limpia y de calidad. A su vez, si bien la mano de obra es menor, necesita de operación calificada. (Varios autores, 2012).
  • Riego localizado: Se denomina de esta manera a los sistemas de riego que distribuyen el agua hasta los mismos arbustos por medio de caños de polietileno o P.V.C. Este sistema hace posible irrigar directamente las raíces de la planta, ahorrando notablemente presión de agua y volúmenes de trabajo, al evitar pérdidas en las distribuciones. Estos modernos equipos de riego localizado están constituidos básicamente por un cabezal, tuberías de distribución y goteros o también llamado micro aspersores. El cabezal consiste en una bomba de succión, válvulas de retorno, válvulas volumétricas, equipo de fertilización y filtros de grava y arena, de anillos o de mallas. Los filtros son de vital importancia para el correcto funcionamiento de los equipos. Observando las tuberías de distribución podemos advertir que este sector del equipo está formado por tuberías primarias, secundarias y laterales (porta goteros o aspersores). Las primarias conducen el agua desde el cabezal hasta el lote; las secundarias distribuyen el agua en el lote, mientras que las laterales llegan a la planta propiamente dicha. Toda la instalación gira en torno a los “goteros” o micro aspersores. Hay de varios tipos y la elección depende del tipo de suelo a regar.

Para suelos arenosos deberá optarse  por micro aspersores capaces de distribuir el agua en una mayor superficie por encima del nivel del suelo. En suelos arcillosos se utilizan goteros, dado que el agua se desplaza desde el lugar de goteo en forma horizontal a través del suelo. Los equipos de riego localizado pueden ser empleados para la aplicación de fertilizantes líquidos, herbicidas y otros productos fitosanitarios. La fertirrigación o quimiorrigación constituye una utilidad secundaria de los equipos que incrementa y mejora la producción, facilitando las tareas culturales en la quinta. (Davis Albrigo, 1994).

En cuanto a las ventajas de este sistema se destaca su elevada eficiencia de distribución de agua (90-95%), mientras se reduce el volumen de agua necesaria. Esto lo convierte en un sistema altamente eficaz que consigue una adecuada distribución de humedad en el suelo.  Este sistema permite combinar el riego y la fertilización, lo cual es un dato no menor. Lo que sí disminuye, es la cantidad de mano de obra requerida para operarlo, aunque a su vez, requiere de cierta calificación o formación para hacerlo de la manera adecuada. A su vez, este sistema tampoco presenta requerimientos en cuanto a la nivelación del suelo, y puede, una vez instalado, utilizarse en cualquier terreno.  Por otra parte, también presenta naturalmente algunas desventajas. La más notoria es su elevado costo de inversión en relación a la superficie que requiere su adquisición e instalación. Este sistema debe ser alimentado con agua limpia y de calidad. (Varios Autores, 2012).

  1. Dosis de riego

El agua, como todo factor condicionante de un cultivo bien logrado, es propicia en su justa medida. En los casos extremos de escases o demasiada abundancia de ella, la planta puede morir a causa de la sequía, o por el contrario, por asfixia radicular cuando se produce en encharcamiento de las raíces. Por esto, el riego debe practicarse a conciencia y dentro del umbral de tolerancia de las dosis recomendadas. Para aquellos casos en los que el cultivo de los cítricos se realice en regadío, es extremadamente necesario disponer de sistemas de control de agua de riego que garanticen una información precisa sobre los caudales de agua efectivamente utilizados. También se debe acreditar el derecho de uso del agua de riego concedido por la administración competente (que dependerá de las autoridades locales, zonales o nacionales de cada área de producción).

Para definir y ajustar las dosis de riego a aplicar, se recomienda seguir las siguientes medidas: Primeramente interiorizarse y tener en cuenta todos los condicionantes legales, socioeconómicos, naturales, culturales, cualitativos… que permitirán establecer la conveniencia o no de regar, y del método a utilizar en caso de hacerlo. En base a esos datos, fijar pues estrategias razonables y realizar un manejo adecuado, cuidadoso y a conciencia del riego, teniendo en cuenta al momento de la aplicación: la etapa de la planta, la cantidad de agua apropiada, y las exigencias de la variedad cítrica que se está cultivando. Luego de ello, determinar el periodo temporal más adecuado para el riego, ajustándolo a las necesidades del cultivo en los momentos clave del ciclo. Realizar periódicamente controles de la composición del agua de riego, así como efectuar periódicamente lecturas de consumo y registraciones constantes en el libro de explotación, actualizando este registro periódicamente en lapsos recomendados no mayores a un mes. Ajustar pues  las dosis de riego en torno a las necesidades del cultivo, estableciendo calendarios de planeamiento de riego acordes a cada situación y evitando el encharcamiento que resulta muy perjudicial en cítricos, ya que puede provocar problemas de gomosis, o en casos extremos, la muerte de la planta. 

Calcular por lo tanto, con  la mayor precisión posible la dosis de riego. Para ello deberá consultar los servicios oficiales de asesoramiento de riegos en su zona (muchas veces el servicio meteorológico lo tiene publicado en línea, o se lo pueden facilitar por correo electrónico en caso de que usted les envíe la consulta).  Consultar la información referente a caudales y sistemas de control de agua de riego contenida en los planes hidrológicos de su zona. (Varios Autores 2012).  Todas estas recomendaciones son es pos de salvaguardar al productor y al ecosistema donde él y su equipo trabajan. Al productor en cuanto a las sanciones a las que podría verse expuesto en el eventual caso de incumplimiento. Y al ecosistema, siguiendo las pautas de: la conservación de la materia orgánica del suelo, la protección y gestión del agua, la correcta conservación y cuidado del hábitat y la fauna cohabitante; a la vez evitar la contaminación de aguas subterráneas y reducir el riesgo de contaminación por nitratos, etcétera (Batchelo y Webber, 1967).

  1. Recomendaciones de cuidados en el riego

En torno a evitar los efectos adversos anteriormente citados, se enuncian aquí los cuidados básicos a la hora de implementar y lleva a cabo el plan de riego desarrollado con antelación. Para empezar  se deben tomar en cuenta los siguientes puntos: El lugar para el riego es a la altura del follaje de la planta es decir dónde llega la sombra al medio día. Allí se encuentra el comienzo de donde están las raíces o pelos absorbentes del sistema radicular. Se debe tener en cuenta no regar en el tallo. Para una correcta aplicación, se debe realizar el surco en la zona indicada alrededor de la planta sin ocasionarle daño a las raíces. En caso de hallarse expuesto, no se debe bajo ningún concepto poner en contacto con el agua el cuello de la raíz.  Se debe prestar especial atención a regular la cantidad de agua para evitar el arrastre de suelo.

* Conclusión

Como ya se mencionó anteriormente, el suelo y los riegos son dos factores fundamentales dentro del proceso de producción de cualquier cítrico. Para llevar a cabo un correcto seguimiento al riego, se necesita la programación del mismo, con el cual se tomarán decisiones orientadas a determinar las cantidades de agua por aplicar y las fechas de aplicación de cada riego con la intención de minimizar deficiencias o excesos de humedad en el suelo que pudieran causar efectos adversos sobre el crecimiento, rendimiento y calidad de los cultivos. Por lo que podemos concluir que con una adecuada programación del riego se pueden lograr importantes beneficios como: un importante ahorro en el agua, disminuir costos por ahorro de energía y mano de obra, minimizar el estrés hídrico y maximizar rendimientos, así como la calidad, rentabilidad e ingresos.

* Bibliografía

* Banfi, G. (1989). Riego en citrus. Bol. Asoc. Citricultores Concordia no. 8, pp. 8-9. Concordia, E.R.

* Citricultura. (1991). Jornadas Técnicas. Villa Real, Castellón. Fundación “La Caixa”. 80 pp.

* Davis, F.S. and L. G. Albrigo (eds.) (1994). Citrus. CAB International, 254 pp. UK.

* González Sicilia, E. (1960). El cultivo de los Agrios. Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas. Madrid. 806 pp.

* Praloran, J. C. (1977). Los Agrios: Técnicas Agrícolas y Producciones Tropicales. Barcelona. Blume, 520 pp.

* Reuther, W., L.D. Batchelor Y H.J. Webber (eds.). (1967). The Citrus Industry. Vol. II. Univ. Of California Press, USA.

* Agr. Favio Raya Castro Ing. Gisela Parra Martínez Lic. María Elena Cuellar Mina Lic. Margoth Zulema Miranda Carballo Téc. Grover Araujo Marín Téc. Iván Espada Soto Agr. Lino Flores Ing. Juan Reinaldo Panozo Caero Ing. Edwin Peñaranda Iporre; citados como “Varios Autores 2012”. Producción de Cítricos. Fundación FAUTAPO.  

* Molina, E. (1998). Encalado para la corrección de la acidez del suelo. San José, Costa Rica.

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