Cítricos con toque femenino

Las mujeres han desempeñado un papel fundamental en la industria de los cítricos, ya sea en la producción, la comercialización o la investigación. En muchas partes del mundo, las mujeres trabajan en las plantaciones de cítricos y en las fábricas de procesamiento, donde realizan una amplia gama de tareas, desde la recolección y la clasificación de frutas hasta la operación de maquinaria y el empaquetado.

Además, las mujeres también tienen una presencia importante en la comercialización y la distribución de cítricos. En muchos casos, las mujeres son las que compran y venden cítricos en los mercados locales, así como en las cadenas de suministro internacionales.

En la investigación, las mujeres también han contribuido significativamente a la mejora de la producción de cítricos y la calidad de la fruta. Muchas mujeres científicas y técnicas han trabajado en la investigación de nuevas variedades de cítricos, técnicas de cultivo más eficientes y resistentes a enfermedades, así como en la mejora de la calidad de la fruta a través de la selección de variedades.

Dada la importancia de la citricultura, y debido a que su producción es periódica, existe demanda de mano de obra; así personas de la comunidad, con o sin parcelas, participan o se contratan en la siembra, cosecha y actividades poscosecha.

Según un artículo de la revista Sociedades Rurales, Producción y Medio Ambiente, de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, señala que las familias con parcelas citrícolas mayoritariamente utilizan mano de obra familiar para todas las actividades del ciclo agrícola productivo; pero, cuando los integrantes de la familia disponibles son insuficientes, o la superficie de producción es mayor a 10 hectáreas y rebasa la mano de obra familiar disponible, se contratan, sin distinción, a mujeres y hombres mayormente lugareños.

Durante la cosecha citrícola, las mujeres desarrollan las mismas actividades que los hombres sin diferenciación por género. Sus jornadas generalmente son de 6 a 7 horas, e inicia colocándose ropa para su protección (blusas de manga larga o ropa de tela gruesa); para después, acomodar las rejas donde irá el producto cosechados, y una vez iniciada la colección se pondrán el ayate (sujetador donde depositarán los cítricos). 

Si los árboles de limón son altos se ayudan con un gancho de punta afilada, y para la cosecha de naranjas utilizan escaleras para llegar a la fruta. El limón persa es un producto que al corte debe ser cuidadosamente seleccionado y manipulado para no deteriorar su calidad y afectar su precio de venta. 

Durante la cosecha, aunque algunas actividades pudieran ser consideradas muy pesadas para ser realizadas por mujeres, ellas las ejecutan al igual que los hombres. Por ejemplo cargar las cajas del producto, cuyo peso varía entre 18 a 24 kg, para colocarlas cerca del vehículo o estibarlas dentro del mismo. 

Las mujeres realizan estas actividades sin cuestionarlo, aunque en ocasiones algunos compañeros, en forma solidaria, las ayudan cuando han acabado sus quehaceres. “El trabajo si es muy pesado, pero ya se acostumbra uno. A veces hasta le echan la mano, pá irnos todos”, declara una recolectora de fruta. 

Una actividad poscosecha de gran importancia para asegurar e incrementar el valor de venta de los cítricos es su selección por tamaño, conformación y color. Este proceso, que dura 1 o 2 horas dependiendo la cantidad del producto, se realiza al término del corte en la parcela o en bodegas, traspatios, o estacionamientos, donde además de participar quienes cosecharon, también pueden colaborar otros integrantes de la familia, incluyendo personas adultas mayores, jóvenes, niñas y niños. 

La comercialización de los cítricos de Veracruz mayoritariamente se realiza en Martínez de la Torre, en un lugar conocido como “La báscula”. También lo pueden comercializar con intermediarios en comunidades aledañas, aunque en menores cantidades y bajo la premisa de que el precio pudiera ser menor. 

Quienes llevan a vender el producto algunas veces tienen decidido su comprador, pero ocasionalmente cotejan con otros acopiadores para asegurar que el pago es justo. Generalmente más de un comprador se acerca a revisar el contenido de las cajas llevando a cabo una negociación abierta. 

Por costumbre, la liquidación del producto es al momento de la transacción. Este sistema es importante para quienes participan en la cosecha y poscosecha, ya que al día reciben su salario, tanto personas contratadas como integrantes de la familia que participaron.

Si las mujeres son las propietarias negocian directamente el precio con los compradores, sin que se les ignore o abuse de ellas. 

Las mujeres participantes, 30% no poseen parcela ejidal ni tienen acceso o control de la tierra, 40% son ejidatarias con derechos parcelarios, lo cual las posiciona como productoras, empleadoras y comercializadoras; mientras el resto tiene acceso, pero no control, ya que son responsables de las actividades, pero no tienen los derechos de la parcela. 

Las mujeres que poseen las parcelas citrícolas las heredaron porque no contaban con varones en la familia que se hicieran cargo, o bien, les fueron cedidas porque aunque existen hombres, ellos no eran capaces de llevar a cabo las actividades debido a limitantes como enfermedades o migración.

Según cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, más de 992 mil mujeres trabajan en el sector primario del país, realizando un papel importante en la producción de alimentos agrícolas, ganaderos, pesqueros, acuícolas o agroindustriales.

El 83.9 por ciento trabaja en la agricultura, 13.3 por ciento en ganadería, 1.1 por ciento en pesca y 1.7 por ciento en otras actividades. El mayor porcentaje de mujeres en actividades primarias se ubica en Oaxaca y Puebla. Destacan también Chiapas, Veracruz, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Jalisco, Sinaloa, Sonora y Estado de México.

Con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), el 64 por ciento de las mujeres rurales tienen entre 14 y 64 años, 27.1 por ciento de 0 a 13 años, y 33.9 por ciento de ellas tiene escolaridad primaria, mientras que 30.5 por ciento cuenta con nivel secundaria.

De la población hablante de lengua indígena, las mujeres representaron poco más de la mitad (51.4 por ciento) y de ellas 60.2 por ciento vive en localidades rurales (2.3 millones).

Según los datos del SIAP, el 96.7 por ciento de las mujeres rurales trabaja y realizan otra actividad, como los quehaceres domésticos, cuidado de otras personas, acarreo de leña y agua, trabajo comunitario, asistencia a la escuela o mantenimiento del hogar, entre otras.

Sin embargo, es importante destacar que aún hay desigualdades de género en la industria de los cítricos, especialmente en los roles de liderazgo y en los salarios. Por lo tanto, es necesario continuar trabajando para eliminar estas brechas y garantizar que las mujeres tengan las mismas oportunidades y beneficios que los hombres en la industria de los cítricos.

Síguenos en redes sociales